Las enfermedades autoinmunes son un grupo muy variado de enfermedades que tienen en común un desequilibrio del sistema defensivo (inmune) del organismo, de forma que en vez de «defendernos» de las agresiones externas (virus, bacterias, hongos, parásitos), produce daño a la propia persona, reconociendo algunos componentes de sus órganos como extraños o peligrosos, y por tanto, atacándolos.

Según donde se produzcan estas “autolesiones” se originará inflamación, y con ella diferentes signos físicos o síntomas, que definirán, junto con los marcadores analíticos específicos, pruebas de imagen y en ocasiones biopsias, la enfermedad autoinmune a la que nos enfrentamos.

Las enfermedades autoinmunes más frecuentes son las vasculitis (inflamación vascular), que afectan sobre todo a la piel, pero también a órganos internos muy vascularizados (riñón), y las conectivopatias (inflamación del tejido conectivo o cartilaginoso), que afectan en gran medida a las articulaciones, pero también a la dermis y órganos con alto contenido en tejido conjuntivo (riñón, corazón, pulmón, aparato digestivo).